Lucia di Lammermoor
(G. Donizetti)
La acción de la ópera sucede en los interiores de una casa. Interiores que guardan todo tipo de secretos, desde recuerdos de infancia hasta torturas silenciosas. Las paredes oprimen y a la vez esconden los horrores que dan cuenta de esos vínculos siniestros y brutales de los actuales habitantes de esta casa, los Ashton.
Todo está corrompido, las almas están envenenadas de odio y de poder, nadie está exento de este juego macabro en el que Lucía es la pieza de cambio cuyo resultado se presagia funesto. La ruina moral y física está presente tanto en los personajes como en el espacio mismo.
Los primeros acordes lúgubres y amenazantes de la ópera, nos anticipan el tánatos a donde la historia que se nos va a narrar se precipita. Lucia está marcada por una muerte que no puede superar. El fantasma de su madre la visita en pesadillas.
Su hermano, sin tener en cuenta su pesar ni sus sentimientos, haciendo caso nada más que a sus intereses y a sus violentos arrebatos, “arranca” a Lucia de su luto obligándola a vestirse de novia y a consumar la boda, sólo así cree éste salvar su situación.
Lucía solo pronuncia un nombre en su mente: Edgardo, esa ventana a través de la cual le llega la luz. Una boda precipitada e improvisada la condena.
Lucía no está loca ni su mente es débil, sino que es el borde del abismo a la que fue empujada lo que la hace reaccionar y hablar desde el mismo infierno.
Fotografías: Guillermo Genitti